Poemas inspirados en la mentalidad clásica de siglos pasados.
POEMA XXIII. Linda Hurí, de los Vergeles de Ispahán...
POEMA XXIII
Linda hurí, de los vergeles de Ispahán
XXIII
Linda hurí, de los vergeles de Ispahán,
encarnada en los bosques de Mari;
venida de la misteriosa Tharsis,
pareces, por venturoso y raro azar.
Trajiste, como caro y valioso ajuar,
propio de dama de tanta altura,
al par que recamadas vestiduras,
la nobleza de la Reina de Saná.
Quedó, el azul del cielo de Bagdad,
preso, en tus dos deslumbrantes zafiros,
y, entre tus blancos marfiles pulidos,
las aguas del manantial de Horasam.
¡Cuán excelsas, la
prestancia y dignidad
que irradian de tu imponente figura!
¡Oh, de los sentidos, dulce pastura!
¡Isíaca diosa! ¡Claro astro, luminar!
Víctor de Castellar
Víctor de Castellar
POEMA LVI. Cuánto Misterio Encierran los Centenarios y Cristianos Templos...
POEMA LVI
Cuánto misterio encierran los centenarios y cristianos templos...
LVI
Cuánto misterio encierran
los centenarios y cristianos templos
en esas raras horas,
parcas, en que poder estar a solas,
cuando no se celebran
sus ritos de “obligado” cumplimiento.
Los oídos impregna
de un simple, sutil, sonido, el silencio.
¡Extraña paradoja!
E inmenso espacio, entre tallada roca,
de mortal y terrena
vestidura, invita, al desprendimiento.
Sobre silente piedra,
cincelada por artesanos diestros,
juegan luces y sombras,
velando rasgos, detallando formas,
en mudables propuestas,
dando, a las estatuas, mágico aliento.
Luminarias discretas,
su cera consumiendo a fuego lento,
con humildad, entonan
un canto a la luz que la vida otorga;
y, en lid con las tinieblas,
bregan las candelas, con su llama al cielo.
Mudas, quedas, se expresan,
dispuestas en capiteles pétreos,
figuras que allí moran
desde arcaicas, seculares, auroras,
enseñando, sin letras,
del mundo del Espíritu, el secreto.
Y los ojos se cierran,
mirando profundamente hacia adentro,
sintiendo a la paloma
que paz, en cándido pecho, atesora,
del Alma que, serena,
intensamente vibra, allende el tiempo.
Víctor de Castellar
Cuánto misterio encierran
los centenarios y cristianos templos
en esas raras horas,
parcas, en que poder estar a solas,
cuando no se celebran
sus ritos de “obligado” cumplimiento.
Los oídos impregna
de un simple, sutil, sonido, el silencio.
¡Extraña paradoja!
E inmenso espacio, entre tallada roca,
de mortal y terrena
vestidura, invita, al desprendimiento.
Sobre silente piedra,
cincelada por artesanos diestros,
juegan luces y sombras,
velando rasgos, detallando formas,
en mudables propuestas,
dando, a las estatuas, mágico aliento.
Luminarias discretas,
su cera consumiendo a fuego lento,
con humildad, entonan
un canto a la luz que la vida otorga;
y, en lid con las tinieblas,
bregan las candelas, con su llama al cielo.
Mudas, quedas, se expresan,
dispuestas en capiteles pétreos,
figuras que allí moran
desde arcaicas, seculares, auroras,
enseñando, sin letras,
del mundo del Espíritu, el secreto.
Y los ojos se cierran,
mirando profundamente hacia adentro,
sintiendo a la paloma
que paz, en cándido pecho, atesora,
del Alma que, serena,
intensamente vibra, allende el tiempo.
Víctor de Castellar
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