CCXLV
“MILAGRO EN LAS TRINCHERAS”
(Año 1914)
Los días son interminables.
La espera se hace insufrible…,
aguardando una orden de ataque
que, al “suicidio”, nos conmine.
A la intemperie, el frío exige
templar, aún más, las voluntades,
en este infierno en que dirimen
las Potencias sus disparidades.
En estas fiestas, Londres, te vistes
de luces, sonrisas y agradables
perfumes que, pródigas, despiden
finas muchachas, por las calles.
Venturoso el más miserable
de los mendigos que malviven
en tus entrañas, de los pesares
ajeno que el frente nos inflige.
Canturreos ininteligibles
se oyen, de los alemanes.
Beber, sus mandos, les permiten,
en tal Fecha harto entrañable.
Y sucede algo impredecible:
empezamos a acompañarles,
en los cantos que, en ambos países
son, prácticamente, similares.
Los enemigos incorregibles
nostalgias y esperanzas comparten,
trasnochando, con vocal urdimbre,
en Navidad, gestora de paces.
Un alemán, tambaleándose,
ebrio, hacia nosotros se dirige.
Porta un objeto con brillantes
luces, sin temer que lo acribillen.
De su trinchera, otros salen,
con audacia indiscutible,
sin armas, saludando amigables,
a merced de nuestros proyectiles.
Aunque un tanto vacilantes,
vamos, tras ir soltando fusiles,
sorteando hoyos, cadáveres…,
hacia ellos, que, afables, nos reciben.
La propaganda beligerante
les pintaba como ogros terribles,
mas sueñan y añoran sus hogares,
de cualquier joven indistinguibles.
Pasan los días, amistades
entablando, copartícipes
siendo de futbolísticas lides
y camaradería admirable.
Viendo a los contrincantes reírse
juntos, surgen los interrogantes:
¿Por qué la hacemos imposible,
siendo la paz tan deseable?
Mas, los de siempre, los gerifaltes,
de la juventud matarifes,
que, en sus poltronas, el mundo rigen,
exigieron la vuelta al combate.
¡Qué absurda guerra estéril y horrible!
¡Qué año de espanto inenarrable!
Navidad, Mil novecientos quince.
¡Tregua, Dios, a tanta barbarie!
Todos anhelamos, expectantes,
que nuevamente sea factible
que ambos bandos confraternicen,
y dar fin a las hostilidades.
De su trinchera, un alemán sale…,
mas nuestro teniente, insensible,
dispara al valiente..., y desplomarse
vemos la esperanza, con tal crimen.
Los generales permitirse
no podían que se reiterasen
hechos que a los rivales concilien,
y dieron órdenes tajantes.
Sin valor para insubordinarse,
somos marionetas serviles,
en una guerra abominable
que desespera al más impasible.
Muertos y vivos coexisten
en un hediondo ambiente asfixiante.
Haciéndose irreconocibles,
se descomponen los cadáveres.
Suelo enlodado, enfermedades,
ratas, piojos y chinches a miles…
Locura, obuses, granadas, gases,
terror, amargura indecible.
“Carne de cañón” prescindible
somos para los gobernantes.
¡Esto no es real, no existe!
¡Es un mal sueño interminable!
La fortuna, hasta ahora, me asiste,
del fuego germano librándome,
pero un presentimiento me dice
que está muy presta a agotarse.
Si estas líneas logran salvarse,
tú, que las lees, cuenta y no olvides…
que hubo una Navidad memorable,
en la que jóvenes con coraje
hicieron realidad… lo imposible.
"Víctor de Castellar"
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