De amargura, un reguero
fue tiñendo el Guadalquivir;
la jornada de más lamentos
que hubo Sevilla de vivir.
Queda el Alcázar en silencio,
huérfano de ti, Al-Motamid.
Vasallaje al cristiano fiero,
no habrémosle más de rendir.
¡Almorávides, venid presto
a, sin tregua, al infiel, combatir!
Queda el Alcázar en silencio,
huérfano de ti, Al-Motamid.
Infausto, por siempre, el momento
sea en que tal idea a surgir
vino en tu mente; el remedio
resultó, a la postre, ser tu fin.
Queda el Alcázar en silencio,
huérfano de ti, Al-Motamid.
Las huestes, cruzan el Estrecho,
de Yusuf, que pretende unir
las taifas de los reyezuelos.
¡Se ha la molicie de abolir!
Queda el Alcázar en silencio,
huérfano de ti, Al-Motamid.
De Álvar Fáñez, los refuerzos,
perdieron Córdoba, en buena lid,
y Yusuf ya ve, a lo lejos,
Sevilla, como oro, refulgir.
Queda el Alcázar en silencio,
huérfano de ti, Al-Motamid.
Resiste, indómito, el cerco
del Almorávide en torno a ti.
Al-Ándalus ya tiene dueño,
y no eres tú, desdichado emir.
Queda el Alcázar en silencio,
huérfano de ti, Al-Motamid.
Tu poesía es su sustento;
los jardines quiérense morir;
la belleza, el refinamiento,
luctuosas vestes han de lucir.
Queda el Alcázar en silencio,
huérfano de ti, Al-Motamid.
Cristianas campanas tañendo…
y mira hacia atrás Boabdil.
No hay amargor tan intenso
que un mortal pueda resistir.
Como en siglos venideros
padecerá un rey nazarí,
así, hoy, para un emir es tiempo
de angustia y congoja sin fin.
No pusieron las damas celo,
tal era el pesar y el sin vivir,
en cubrir sus rostros con velos,
viendo la nave, lenta, partir.
Navega el rey hacia el destierro,
surcando el manso Guadalquivir.
Inconsolables, miles de pechos.
¡Adiós! ¡Adiós, Al-Motamid!
"Víctor de Castellar"
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